
Tras el Acuerdo de París, adoptado en diciembre de 2015, y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, desde este año 2016 se deben poner en práctica medidas para alcanzar los compromisos fijados en la lucha contra el cambio climático y la mitigación de sus efectos.
Un futuro con cambio climático, según la FAO, puede convertir a millones de personas más en víctimas del hambre. La más afectada sería la población de las zonas pobres de África subsahariana, Asia meridional y el Sudeste asiático, en especial aquéllos cuyo sustento es la agricultura. Por ello, se deben realizar serios esfuerzos para combatirlo.
“Los beneficios de la adaptación
son mayores que los costos de la inacción,
y por un margen muy amplio”.Graziano da Silva, Director General de la FAO
Los efectos de este cambio climático en la agricultura y las implicaciones que puede tener en la seguridad alimentaria son objeto de este Informe, publicado con carácter anual por la FAO. En él se señalan las estrategias, las oportunidades de financiación y la necesidad de información sobre este tema.
La agricultura, la actividad forestal y el cambio del uso de la tierra representan aproximadamente una quinta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta.
En las condiciones actuales, las emisiones anuales de óxido nitroso procedentes de la agricultura aumentarán de aquí al 2030. Para compensar estos incrementos es necesario adoptar prácticas “climáticamente inteligentes”, como estas cinco estrategias de reducción de emisiones:
- Mejora de la producción vegetal
- Mejora en la producción animal
- Mejora en la gestión del estiércol
- Mejora en la utilización de los alimentos
- Menos proteínas de origen animal en los alimentos
En el Informe se subraya la importancia de los fertilizantes en al ámbito del cambio climático. Concretamente, se destaca el papel del nitrógeno como componente esencial de los aminoácidos, elementos básicos del crecimiento de las plantas. El uso del nitrógeno en la agricultura, de una forma aprovechable para las plantas, ha aumentado rápidamente con la creciente demanda de alimentos. Junto con el agua, este nutriente es el factor principal que determina el rendimiento d elos cultivos (Muderrer et al., 2012). Casi el 50 % de la producción mundial de alimentos depende de los fertilizantes nitrogenados, por lo que su empleo es imprescindible para la alimentación de la población. El resto depende del nitrógeno que se encuentra en el suelo, el estiércol animal, tejidos de plantas que fijan el nitrógeno, residuos y desechos de cosechas y compost (Erisman et al., 2008).
También se indica que el uso de fertilizantes minerales en la producción global de CO2 equivalente representa tan solo un 4%.Destacan por su elevado porcentaje de emisión la fermentación entérica del ganado (40%), la quema de residuos de cultivos (16%) y la quema de la sabana (12%).
Proporción de las emisiones agrícolas en CO2 equivalente en 2014, por origen y a nivel mundial
Fuente: El estado mundial de la agricultura y la alimentación, FAO 2016
Además, gracias al papel clave que el nitrógeno desempeña en la fotosíntesis y en la producción de biomasa, ejerce una influencia positiva sobre el sumidero de dióxido de carbono de la biosfera y la captación de carbono.
Para reducir las emisiones contaminantes, es clave la calidad de los fertilizantes y la introducción de mejoras en su aplicación. Se deben llevar a cabo las mejores prácticas agrarias en el uso de estos insumos e impulsar su gestión integral.