Un vino diferente que conecta pasado y futuro

El Cerrato rescata su historia con la elaboración un vino rosado con jerbas desarrollado por ITAGRA, UVaMOX y la bodega Carreprado.

En los paisajes ondulados del Cerrato palentino, donde los viñedos se entremezclan con campos de cereal y árboles centenarios, está naciendo una revolución enológica. Una fruta olvidada, el jerbo, regresa para transformar la tradición vitivinícola de la zona. De la mano de la Bodega Carreprado, el Centro Tecnológico Agrario y Agroalimentario Itagra y el Grupo UVaMOX de la Universidad de Valladolid, surge un proyecto innovador que ha logrado fusionar uva tempranillo con jerbas, dando lugar a un vino rosado único. Este proyecto busca no solo diferenciarse en un mercado saturado, sino también recuperar un recurso endógeno y revitalizar el patrimonio natural de la comarca.

El origen de una idea audaz

La enóloga Susana Luis, del Itagra, tuvo la inspiración: un vino diferente, que respondiera a los gustos de los consumidores más jóvenes. “Las tendencias muestran un interés creciente por vinos más afrutados, refrescantes y de menor graduación alcohólica”, explica.

Recordó entonces los jerbos (Sorbus domestica L.), árboles que antaño poblaban los majuelos del Cerrato y en la lindes delimitando las tierras. También que se usaban tanto por su madera (su madera se hacía la rosca que sujetaba la viga de los lagares) como por su fruto, una pequeña pera que se consumía de forma habitual en los hogares y que entonces no tenía ningún valor enológico pero si interesantes propiedades aromáticas y nutricionales que la hacían ideal para mermeladas, sidras o licores. “Es una fruta atípica, porque cuanto peor aspecto tiene, mejor sabe. Y cuando está madura, tiene cualidades únicas que queremos aprovechar”, detalla Ana María Martínez, profesora del Grupo UVaMOX.

La idea encontró un aliado en Álvaro Mélida, propietario de Bodega Carreprado en Alba de Cerrato, quien buscaba un producto innovador con el que diferenciarse en un mercado, el del vino, que está saturado y exige desarrollar nuevos productos para posicionarse, destacar de la competencia y acceder a nuevos nichos de mercado que permitan a la empresa innovar y ser más competitiva. Juntos, y con el apoyo técnico y científico de UVaMOX y el Itagra, el proyecto tomó forma y se presentó a la convocatoria de los premios “Generando Valor Rural” de la Diputación de Palencia, obteniendo el segundo premio y la financiación necesaria para arrancar.

Ciencia, tradición e innovación en una botella

El desarrollo del vino no estuvo exento de retos. Las jerbas, aunque ricas en sabor, son difíciles de fermentar por sí solas. “Decidimos mezclar las jerbas con la uva tempranillo desde el inicio del proceso de fermentación, ajustando las proporciones y probando diferentes momentos para añadir el fruto”, explica Susana Luis. Descubrieron que el mejor resultado se obtenía añadiendo las jerbas dos días después de iniciar la fermentación del mosto, logrando una integración óptima entre ambas frutas.

Después de probar con diferentes porcentajes de mezcla, las investigadoras concluyeron que una proporción del 10 % de jerbas era la ideal, aportando al vino características únicas: un color rojo más vibrante, un aroma más afrutado y una textura más untuosa. Además, el vino resultante tiene una graduación alcohólica ligeramente menor, una ventaja en un contexto de cambio climático, donde las altas temperaturas y la escasez hídrica aceleran la maduración, por lo que hay que recoger antes la fruta para que no se pase de alcohol para la elaboración del vino, como explica Martínez.

“Este vino no solo es un producto diferente, sino que también tiene un fuerte componente de sostenibilidad. Estamos recuperando un fruto que estaba casi olvidado y creando un producto natural que destaca por sus cualidades organolépticas”, señala la investigadora.

Un mercado con potencial

El jerbo no solo aporta singularidad, sino que también conecta con las tendencias del mercado europeo. En países como Francia, los vinos rosados afrutados y con sabores innovadores están en auge, especialmente entre jóvenes y mujeres. “Los consumidores buscan opciones refrescantes, con colores vivos y sabores distintos. Este vino puede competir con las grandes tendencias internacionales”, asegura Luis.

El proyecto tiene una visión a largo plazo: recuperar los jerbales del Cerrato y reintegrarlos en los viñedos, devolviendo al paisaje un elemento clave de su historia. “Todavía quedan jerbales en lugares como Villahán, Baltanás o Palenzuela, pero nuestra idea es plantar más árboles y fomentar su cultivo”, añade Luis.

Tras varias catas con consumidores y expertos, el equipo ha definido los próximos pasos. Bodega Carreprado lanzará las primeras botellas a finales de 2025, elaboradas con uvas de la añada de ese mismo año. El vino tendrá un 10 % de jerbas y se explorará la posibilidad de crear una versión frizzante, con un toque de carbónico y un sabor aún más dulce.

“La aceptación ha sido muy buena. Este trabajo nos ha permitido confirmar que la idea es viable y que podemos seguir mejorando”, explican las investigadoras. “Queremos ofrecer un producto que no solo sea atractivo para los consumidores, sino que también ponga en valor los recursos y la historia del Cerrato”, añaden.

Porque este proyecto va más allá de la elaboración de un vino innovador. Es un ejemplo de cómo ciencia, tradición e innovación pueden unirse para impulsar el desarrollo rural. Recuperar el jerbo como recurso endógeno no solo refuerza la identidad del Cerrato, sino que también abre nuevas oportunidades económicas y medioambientales.

Con este vino rosado, el Cerrato no solo recupera un elemento de su pasado, sino que demuestra que su riqueza cultural y natural tiene un lugar en los mercados del futuro y que el futuro de este territorio puede construirse sobre la base de su historia.

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